jueves, 25 de marzo de 2010

La respiración consciente

A menudo en las relaciones humanas y me refiero con estas palabras tanto a las relaciones laborales, de pareja, familiares o personales tenemos conflictos, enfrentamientos, discursiones, desacuerdos, precisamente con los que más queremos o apreciamos.

En las relaciones humanas mostramos quienes somos en realidad, a veces más con nuestras acciones que con nuestras palabras.

En esta sociedad en la que vivimos se considera que una persona es fiable, honesta y coherente cuando dice, piensa y hace lo mismo, pero a menudo y más si nos relacionamos desde las emociones uno piensa una cosa, dice otra y hace una tercera.
Esto obviamente nos crea muchos conflictos, no solo con los demás si no también con nosotros mismos.

En las relaciones de pareja es donde con más claridad aparecen estas situaciones, en la psicología que conozco, llamamos a estas situaciones “las peleas del ego” pues el ego, también llamado personalidad o sombra, siempre quiere llevar razón, se mueve en marcos de referencia que llamamos de limitación: el miedo, la escasez, la propiedad, la exclusividad, la intolerancia y la separación.
En estos ámbitos se maneja muy bien, y como todos los egos son iguales, es decir todos se manejan con los mismos marcos de referencia, todos quieren llevar razón y todos creen estar en posesión de la verdad de cuanto acontece, sin tener en cuenta los otros puntos de vista, así las discursiones, conflictos, desencuentros o peleas estan siempre disponibles. Es un caldo de cultivo excelente para hacer las cosas de otra manera.

Un instante antes del enfrentamiento con tu pareja, con tu hijo o con tu jefe, tienes un momento mágico para elegir si “entras al trapo” o decides no reaccionar.
Si entras en la discursión ya sabes las consecuencias: dolor emocional, caras largas, malos modos, palabras o gestos que hacen daño, tensión que puede somatizarse o no.
Pero si no reaccionas, si te limitas a aceptar y a dejar que te atraviese la crítica, o la ofensa, si eres un junco que se inclina al paso del viento y luego se yergue sereno, comprobarás que pasan varias cosas, la primera, muy a menudo es que el otro ataca con más fuerza, empeño e ímpetu que antes como “buscándote las cosquillas”, pero si tu compromiso es firme, déjalo pasar, en otro momento volverá seguramente con más fuerza y atacando por otro flanco, déjalo pasar sin reaccionar. Si consigues hacerlo en varias ocasiones verás que esta “no-reacción” disuelve la ira del otro, el ataque, la crítica, y podeís de nuevo relacionaros desde la parte más hermosa de vosotros mismos. Con cierta frecuencia aparece el humor y la risa, que es un bálsamo que lo cura todo.

El estar en este lado de la “no-reacción” no significa que pases de todo, estás en la no-reacción de una forma totalmente amorosa y consciente hacia el otro. Es como cuando tu hijo de dos años, se enfada e intenta darte una patada, no vas a reaccionar pegándole, ni dándole una patada tú a él, sino que simplemente te apartas, dejas que se exprese (porque la rabia, la ira, el dolor y la frustración no deben reprimirse en los niños) y después con amor, intentas calmarle.

Una práctica que siempre hago cuando vivo en pareja es que nunca me acuesto con mi compañero enfadada o disgustada. Siempre intento resolver las cuestiones donde nos hemos enfrentado durante el día, porque el tálamo del amor es un lugar sagrado tanto para el descanso como para expresar nuestra pasión por la persona que nos acompaña en este momento de nuestra vida.

No es bueno irse a la cama con ese dolor emocional, una vez que lo hayas disuelto, que hayaís “hecho las paces”, haced este ejercicio. Es mejor que la persona que se ha sentido ofendida, herida, la que ha reclamado atención con su crítica o su ira, esté dentro.

Tumbaos de lado, con las piernas ligeramente flexionadas, la persona que está fuera abraza con su cuerpo a la persona que está dentro, procurad que ambos troncos estén lo más alineados posible, cuello con cuello, corazón con la zona de la espalda, correspondiente al corazón de la persona que está dentro, estómago, vientre y genitales también alineados. Y respirad bien profundamente, el que abraza desde fuera, puede meter su brazo por debajo del cuello o de la almohada del otro para que el contacto sea más intimo. La otra mano descansa sobre el corazón o la zona del pecho de la persona que está dentro.

Este abrazo se llama de la cuchara y es totalmente sanador porque nutre desde dentro, desde el amor que somos, desde la aceptación, el calor y la ternura. Tanto para el que da y un poco más para el que recibe por eso es bueno intercambiar las posiciones.
Podeís respirar a la vez o de forma alterna, mientras uno espira el otro inspira, unos cinco o diez minutos al día.
Es bueno hacerlo por la mañana antes de levantarse y por la noche antes de dormir.

Y cuando quieras, me cuentas.

Besos azules

Alicia Rubio